**Diario Personal:**
Hoy fue el día de mi boda, pero ocurrió algo que jamás olvidaré. Mi suegra se acercó a mí y, de un tirón, me arrancó la peluca, dejando al descubierto mi cabeza calva ante todos los invitados. Pero luego pasó algo inesperado… 🫣😢
Hace poco terminé mi lucha contra el cáncer. Meses de tratamientos, hospitales y quimioterapias que me debilitaron y me quitaron el pelo. Hasta que, por fin, el médico pronunció las palabras más esperadas: “Estás sana”.
Ese mismo día, mi amor me pidió matrimonio. Las lágrimas rodaron por mis mejillas y, sin dudarlo, dije que sí.
Empezamos a organizar la boda. Busqué vestidos, planeé cada detalle y, en secreto, deseé que mi pelo creciera un poco. Pero no fue así. Seguía viéndome calva en el espejo, así que decidí comprar una peluca para sentirme segura.
Me preocupaba mucho lo que pensarían los demás. Muchos familiares del novio sabían de mi enfermedad, pero no los detalles. Esperaba que no notaran la peluca.
Llegó el gran día. Yo, con mi vestido blanco; él, a mi lado. La iglesia estaba llena de luz y murmullos. Todo parecía perfecto… hasta que ella apareció.
Mi suegra. Nunca le caí bien, y yo sabía por qué: creía que no podía darle nietos y que su hijo debería casarse con una mujer “sana”.
Se acercó en silencio y, de repente, sentí cómo arrancaba mi peluca. Su risa, casi triunfal, resonó:
—¡Mirad! ¡Está calva! ¡Os lo dije, pero no me creísteis! 😢😢
Algunos rieron; otros, incómodos, desviaron la mirada. Yo me quedé quieta, las manos sobre la cabeza, sintiendo cómo las lágrimas quemaban mis ojos. Vergüenza, dolor, humillación. Mi prometido me abrazó, intentando consolarme, pero noté que su mano temblaba.
Entonces ocurrió algo que nadie esperaba, y mi suegra lamentó profundamente su acto. 😱
Mi marido hizo lo impensable.
—Madre —dijo con firmeza—, te vas de esta boda ahora mismo.
Ella se quedó helada, intentó replicar, pero él continuó:
—No respetas mi elección ni a mi familia. Yo lo daría todo por ella. Y no olvides que tú misma pasaste por momentos difíciles, y papá te quiso igual.
Un silencio pesado llenó la iglesia. Mi suegra, pálida, se dio la vuelta y, entre lágrimas, salió. Los invitados cuchicheaban, algunos asombrados, otros aprobando.
Y mi marido, simplemente, me tomó la mano y susurró:
—Ahora todo irá bien. Estamos juntos.