Bandidos en el bosque subestiman a una mujer militar: lo que ocurrió después los dejó perplejos3 min de lectura

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En el bosque se respiraba un silencio inquietante, solo roto por los gemidos apagados de un hombre mayor. Varios tipos robustos, con caras duras y sonrisas insolentes, rodeaban al anciano. Su pelo canoso estaba revuelto y su rostro cubierto de barro—los bandidos lo habían tirado al suelo y ahora, dándole una patada con sus botas, le exigían dinero.

—Vamos, abuelo, ¿dónde está ese dinero que escondes?—gruñó uno con una cicatriz en la mejilla—. ¡Sabemos que tienes algo!

El pobre hombre intentaba cubrirse la cabeza con los brazos, pero los golpes no cesaban. Se divertían con su debilidad, como si fuera un juego.

De repente, una voz femenina cortó el aire:

—¡Basta!

Todas las cabezas se giraron al unísono. Entre la neblina apareció una mujer con uniforme militar. Tendría unos treinta y cinco años. Alta, elegante, con una mirada firme y un paso seguro.

Los matones quedaron paralizados un instante, pero pronto sus sonrisas se llenaron de malicia. La miraron con ojos lascivos.

—Vaya, vaya, qué preciosidad—soltó uno, devorándola con la mirada—. ¿Y qué hace una chica como tú sola en el bosque?

—Mira esas piernas…—bufó otro, aspirando el aire con exageración—. Y ese perfume… mmm, qué rico.

—Si estás sola, es que no tienes a ningún tipo que te proteja—añadió un tercero, sonriendo—. Nosotros podemos cuidarte mejor que nadie.

—Seguro que tienes frío, ¿verdad? Nosotros te calentamos—se burló otro.

Se reían, intercambiando comentarios groseros como si ella fuera un trofeo inesperado. Pero la mujer no reaccionó. Con calma, se agachó junto al anciano y le revisó el pulso.

—¿Qué pasa, estás sorda?—Uno de ellos le agarró el brazo.

Ella alzó la mirada. No había rastro de miedo, solo determinación.

—Suélta, antes de que te arrepientas—dijo con voz clara.

—¿Ah, sí?—el líder soltó una carcajada—. ¡Vaya genio tienes! Bueno, chicos, a ver si esta belleza sin cerebro aprende modales.

Dicho esto, tiró de ella bruscamente, intentando abrazarla. Pero en ese mismo instante ocurrió algo que ninguno esperaba. 😱😱 (Continúa abajo 👇👇)

La mujer le torció el brazo, le dio una rodillazo en el estómago y un puñetazo en la nariz. Un crujido sonó—el matón cayó al suelo, sujetándose la cara mientras la sangre le brotaba a borbotones.

—¿Pero qué…?—rugió otro, lanzándose hacia ella.

Pero sus movimientos eran rápidos, precisos, como los de un felino. Un giro ágil y el agresor acabó en el suelo, aturdido. Un codazo, un salto, y un tercero ya se retorcía de dolor.

Uno tras otro, los bandidos caían, maldiciendo y gritando. Su jactancia se convirtió en pánico.

El último que quedó en pie retrocedió, temblando:

—¿Q-quién… quién eres?

Ella se enderezó, se ajustó la guerrera y respondió con frialdad:

—Capitana de los GEO.

Silencio.

Minutos más tarde, llegaron sus compañeros. Los delincuentes fueron esposados y llevados al cuartel. Al anciano lo ayudaron con cuidado y lo trasladaron al hospital.

Antes de irse, el hombre, agarrando su mano, susurró:

—Gracias… me has salvado la vida.

Ella solo asintió, serena. Para ella no fue un acto heroico, sino solo su deber.

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